Después de tantos desamores uno cree que puede continuar su
vida sin volver a amar, porque delante de si mismo se pregunta: ¿para qué
necesita volver a pasar por lo que ya ha pasado varias veces? Y desde ahí el
corazón se empieza a entumecer, dejando marchitar cualquier posibilidad de
fijarse en alguien como en sus anteriores desventuras, sin saber que por culpa
de una serie de errores puedes volverte egoísta, hacer que tu visión sobre todo
lo demás solo pueda tomar ese color gris tan triste, el blanco y el negro no
entran, los extremos no juegan ya en esta forma de llevar las cosas, mientras
puedas llevar la cabeza bien puesta de ahora en adelante mucho mejor para ti.
Hasta que un día puede llegar alguien, alguien que tal vez
tardo mucho en llegar y ahora parece demasiado tarde, sin embargo como las
cosas no son de color negro sino gris, decides dejar florecer esa semilla, lo
triste es que tu no harás lo necesario por regarla, tal vez la cuides y la
cuidarás porque se tomo la molestia de llegar a ti y quererte pero dudarás
mucho crecerla porque una vez decidiste que podías vivir sin ese árbol, sin esa
sobra que te puede ofrecer y ese apoyo. Así que vives despreocupado por
asegurarle un crecimiento seguro y te planteas: si quiere crecer, crecerá. Nunca jamás crecerá como la que alguna vez te dedicaste
tanto a crecer, ni por más que busques y eso es algo que te ha costado aceptar,
tarde pero lo has hecho de buena gana. Sin embargo el daño hecho hace que te sea muy difícil
cambiar de parecer porque ves que esa semilla que brota y lucha febrilmente por
hacerlo te produce que con trémulo retrocedas sobre los mismos pasos
agigantados que antes ya habías dado, paso a los que te alejan de tu zona
segura, las vallas que pusiste alrededor de tu corazón alguna vez, para estar
seguro.
Y ahora te encuentras en una pelea sin fin, dos lados de tu
ser, dentro de tu cabeza pelean sin cesar y la única opción que se puede tomar
para calmar todo este huracán dentro de ti, vine de la respuesta de quien
derrote al otro lado de tu ser.
No puedes hacerle esperar para siempre, algún día marchitará
y será demasiado tarde.
Contemplas y suspiras nuevamente en silencio, esperando al
vencedor de la batalla y rogando que sea lo más pronto posible.
Hasta pronto nuevamente lector.